sábado, 23 de enero de 2010

CAPÍTULO CINCO

LA PUESTA EN EQUILIBRIO DEL ASPECTO FEMENINO DE

LA RED DE CONCIENCIA DE UNIDAD



En la mayoría de las tradiciones espirituales, las habilidades psíquicas no se consideran importantes, pero sin embargo uno debe atravesar esa zona de la consciencia humanapara alcanzar el otro lado.

Durante mi época en la Escuela de Misterio Nakkal, y mediante la dirección de los ángeles, fui instruido en habilidades psíquicas en diversos niveles.

Pero debemos tener en cuenta que el modo de la mente, la habilidad psíquica, también es considerado algo peligroso por muchas tradiciones espirituales, pues una persona puede llegar a dominar fenómenos psíquicos de niveles muy altos y aun así mantener su ego.

Uno debe proceder con cuidado, pero sin dejar de proceder. Es un paso necesario para la iluminación espiritual.

Cuando éramos estudiantes empezábamos con cosas sencillas, como ver el aura. Las auras son los colores electromagnéticos que irradia el cuerpo y que forman una envoltura de energía con forma de huevo. Pueden ser vistas utilizando instrumentos científicos y ordenadores, pero también mediante la consciencia humana cuando ésta ha sido entrenada.

Fundamentalmente, de los hombros hacia arriba, las auras son principalmente nuestros pensamientos. Desde los hombros hasta al-rededor de las rodillas, son nuestras emociones y sentimientos. Las enfermedades corporales hacen que el color proceda de las partes afectadas, normalmente con formas geométricas, y las formas y los colores cambian cuando la enfermedad de la persona mejora o empeora.

Ver auras conduce a leer auras, lo que implica un conocimiento del significado de los

colores. Esto nos lleva a saber lo que las personas están pensando y las emociones que están sintiendo. Y con todo ello comenzamos a cruzar el puente sutil entre la creencia de que eres un individuo y el mundo exterior es algo independiente a ti, y el convencimiento de que sólo existe Una Consciencia y de que cualquier cosa puede ser conocida y experimentada.

En este Universo Único no existen los secretos.

Durante esa época de enseñanza empecé a descubrir que podía comunicarme con otras personas a grandes distancias. No quiero decir comunicarnos como si estuviéramos hablando por teléfono, sino más bien como a través de una videoconferencia, sólo que yo hablaba de forma telepática y sabía todo lo que se escondía tras las palabras.

Mi primera experiencia psíquica relacionada con la telepatía tuvo lugar en 1971. Fue con una mujer india llamada Bupi Naopendara, que se me apareció por medio de un brillante punto de luz, como un sol diminuto, que parecía venir de la nada. Lo habitual era que, a poca distancia y justo frente a mí, aquel pequeño sol se expandiera, atenuara su brillo y adquiriera una forma ovalada de poco más de un metro de ancho y algo menos de un metro de alto. El centro de aquel óvalo se iba abriendo a medida que el minúsculo sol se expandía, y en medio del óvalo aparecía una ventana por la cual podía ver otro lugar.

A través de ella podía contemplar a Bupi y hablar con ella como si nos encontráramos en la misma habitación. No sólo la veía a ella, sino a cualquier otra persona que ella me presentara. A veces, incluso su perro paseaba por la ventana. Aquella comunicación con Bupi se mantuvo cada día durante un año y medio.

Por eso conocía ese aspecto de los siddhis (un término hindú que significa «poderes

psíquicos») antes incluso de empezar a estudiar en la Escuela de Misterio Nakkal. A

pesar de ello, cuando nuestra historia comienza en 1985, yo me consideraba un

principiante.

La mayor parte del tiempo, la experiencia del estudio psíquico resultaba excitante; a

veces daba un poco de miedo, pero en general suponía un gran desafío mental. Y justo cuando estaba empezando a sentirme un poco más cómodo con aquellas inusuales ideas, mis guías interiores me empujaron al mundo para ser utilizado, y quizá probado, por la Madre Tierra.

Lo cierto era que yo no sabía gran cosa. Pero, aparentemente, había determinadas cosas que podía hacer por los Maestros Ascendidos y por los guías que iban a colaborar con la consciencia y la sanacion del mundo. Ahora bien, ¿quiénes eran esos

guías interiores y exteriores? Resulta un poco difícil de explicar, así que debes tener

paciencia. Las dos esferas de luz, o ángeles, eran el hilo que mantenía unido todo el tapiz, pero existían muchos mentores; la mayoría de ellos estaban vivos, pero algunos no. Y la mayor parte de los maestros que estaban con vida en 1985, en la actualidad, en 2007, ya han pasado a otros niveles de ser más elevados.

En aquellos días yo me sentía bastante solo, a no ser por los ángeles, que seguían guiando el curso de mi vida.

Casi todos aquellos maestros estaban, de un modo u otro, conectados con la Gran

Hermandad Blanca y los Maestros Ascendidos. Éstos son sencillamente personas, como tú y como yo, que espiritualmente han avanzado más que la mayor parte de la humanidad y viven en otras dimensiones de consciencia de la Tierra. Tanto la Gran Hermandad Blanca como los Maestros Ascendidos tienen personas dentro de sus órdenes, como St. Germain y Thoth, que experimentan y afectan directamente a esta Tierra tridimensional.

Hasta hoy puede que haya tenido unos noventa maestros principales de todas las grandes religiones y la mayoría de las disciplinas espirituales del mundo. Sin embargo, no estoy diciendo que sea un gran estudiante. Aprendo despacio y me considero bastante vago.

En realidad, estoy seguro de que tú lo hubieras hecho mucho mejor. He cometido

numerosísimos errores al aprender y recordar mi conexión con Toda Vida en todas

partes. Pero sí puedo afirmar que lo hice lo mejor que pude, y si he aprendido algo es que la Vida es perfecta, entera y completa, y que no carece de nada.



Los Rayos de Luz, la Red de Conciencia de Unidad y la Serpiente de Luz



Algo sucedió cuando viajé a Yucatán hacia 1987, una señal íntimamente relacionada con la Pirámide Nakkal y que me ayudó a hacerme mucho más consciente. Fue cuando los mayas me mostraron lo que ellos llaman «los Rayos de Luz», un fenómeno generado por la glándula pineal. Estos Rayos de Luz aparecen alrededor de la cabeza humana sólo cuando la persona está espiritualmente sana. Mis mentores y guías creían que este paso en la consciencia es absolutamente necesario para que una persona comience conscientemente el proceso de ascensión.

Estos Rayos de Luz son la conexión entre la mente y el corazón, y su aparición supone un gran paso para recordar nuestra verdadera relación con el Creador. Para que una persona pueda conectarse plenamente con la energía de la Serpiente de Luz en los niveles superiores, debe tener sus Rayos de Luz en funcionamiento, al menos en un nivel mínimo.

Son demasiado complejos para que pueda explicarlos en un libro como éste, pero en el futuro escribiré otro acerca de este nivel de entendimiento; si deseas una explicación ya, puedes obtenerla en mis talleres globales, donde gustosamente te ofreceré esta información personalmente.



Thoth



Uno de mis mentores interiores, al que a menudo se hace referencia como Thoth, el

Escriba de Egipto, se me apareció varios años antes del descubrimiento de la Pirámide Nakkal. Me fue asignado por los ángeles para que estudiara con él durante un tiempo, y no cabe duda de que su experiencia y sabiduría han sido fundamentales para mi entendimiento.

En 1985, Thoth me dijo: —Existe una situación de desequilibrio en la Red de Conciencia de Unidad que rodea la Tierra, concretamente en el aspecto femenino. Necesitamos tu ayuda, y al mismo tiempo esta experiencia te ayudará a crecer espiritualmente. ¿Aceptas?

Y bien, en primer lugar, ¿qué es la Red de Conciencia de Unidad? La mayor parte de las personas no suelen conocer esta información, aunque sí la mayoría de los gobiernos más poderosos del mundo. Existen campos electromagnéticos de forma geométrica que rodean y contienen la Tierra por completo. Hay millones de ellos y desde el espacio parecen como una luz brillante alrededor de la Tierra. Cada una de las especies vivas de cada ser vivo, incluso de los insectos, tiene, y de hecho necesita tener, una red de energía que rodee la Tierra para que pueda existir.

Los seres humanos no somos diferentes, y existen tres redes asociadas a la consciencia humana. La primera está conectada con determinados pueblos indígenas del mundo, tales como los aborígenes australianos, pues ellos son las personas vivas más antiguas. La segunda está basada geométricamente en los triángulos, y es la red que permite nuestra consciencia humana específica (del bien y del mal) sobre la Tierra. La tercera es la Red de Conciencia de Unidad, basada en el dodecaedro pentagonal interconectado con el icosaedro, y es la nueva red para la consciencia que está ahora evolucionando sobre la Tierra.

Sin esta Red de Conciencia de Unidad, la humanidad nunca sería capaz de ascender al nivel superior de consciencia, por lo que su importancia resulta evidente.

Fue Estados Unidos quien descubrió la segunda red y Rusia, la Red de Conciencia de

Unidad. Esta Red de Conciencia de Unidad ha estado «en construcción» durante unos trece mil doscientos años, justo desde antes de «la Caída»: la caída de la consciencia, de la que habla la Biblia. Y desde la Caída, la Vida ha estado intentando restaurar esta red sumamente importante para que la humanidad pudiera volver al estado de evolución en que se encontraba antes de la Caída, lo que en este nivel, es muy sencillo.

Esta red consta de tres partes energéticas: la masculina, localizada en Egipto; la

femenina, situada en una inmensa área circular cuyo centro se encuentra en Yucatán

(México), y la infantil, o neutra, en Tíbet. Era la parte femenina la que no estaba

completamente equilibrada y requería atención. Y esta parte femenina de la Red de

Conciencia de Unidad es lo que constituye el foco de la historia que sigue.

Será de gran ayuda entender que esta Red de Conciencia de Unidad y la Serpiente de Luz están profundamente interconecta-das. La Red de Conciencia de Unidad es el patrón que contiene y sostiene la consciencia humana en un nivel concreto, que se encuentra justo después de nuestra actual consciencia humana del bien y del mal. La kundalini, la Serpiente de Luz, es la energía que guía a la humanidad para que encuentre y acceda a esta Red de Conciencia de Unidad. Sin esta nueva vibración específica procedente de la Serpiente de Luz, la humanidad estaría perdida y jamás encontraría su camino hacia la consciencia superior. El Gran Espíritu nos ha roporcionado todo lo que necesitamos, y a la perfección.

Pero hay muy pocas personas que estén directamente conectadas con esta Conciencia de Unidad y la expresen. Tiene que haber al menos dos, o no existiría. La verdad es que hay por lo menos ocho mil Maestros Ascendidos que emplean esta red para ser conscientes.

Personalmente, creo que hay muchas más personas que están llevando a cabo la

transformación sobre la Conciencia de Unidad mientras escribo estas palabras.

Pero lo más importante para la mayoría de los seres humanos es que ésta es la red de consciencia a la que nosotros, como raza humana, estamos a punto de pasar en un futuro inmediato. La ascensión no significa necesariamente abandonar la Tierra, como sugieren algunos; es más bien un cambio en la consciencia, un cambio en cómo uno interpreta la Realidad Única.

Los ocho templos y los ocho cristales

Debía responder a Thoth. ¿Aceptaría su misión? Avergonzado, respondí:

—Sí, ayudaré. Pero realmente no sé qué hacer.

—No te preocupes, Drunvalo; sólo tienes que seguir a tu corazón. El procedimiento es

siempre el mismo.

—De acuerdo. ¿Qué es exactamente lo que quieres que haga?

Sin dudarlo, Thoth dijo:

—Necesitamos que vayas a ocho templos mayas de México y Guatemala y coloques un cristal en cada uno de ellos en un lugar específico. El emplazamiento de cada cristal debe ser perfectamente calculado al nanómetro o no funcionará, y todo lo que estés intentando fracasará.

»Te mostraremos dónde colocar los primeros cuatro cristales, pero deberás descubrir

por ti mismo dónde van los otros cuatro. Sólo tu corazón puede ayudarte a llevar a cabo esta tarea.

Al día siguiente se me dieron los nombres de los ocho cristales, se me informó de que

deberían ser de una calidad muy alta y se me encargó que los comprara ese mismo día.

Fui corriendo a una tienda de cristales que conocía y descubrí que no se trataba

precisamente de una compra barata. En aquel momento estaba apurado de dinero, pero no podía hacer nada y los compré.

De vuelta a casa, los coloqué sobre una tela azul oscuro y entré de nuevo en meditación.

Se me dijo que debía ir a casa de Katrina Raphael, que por aquel entonces era una buena amiga mía, y pedirle que me dijera en qué templo debía ir cada cristal. Aquello me pareció tonto, y hoy día sigo sin saber por qué tuve que preguntarle a Katrina. ¿No me lo podía haber dicho Thoth?

Como tanto Katrina como yo vivíamos en Taos (Nuevo México), el encargo era fácil y me acerqué en mi coche hasta su casa. Pero aquél no era un día corriente para Katrina. Era una experta en cristales que estaba escribiendo su primer libro, titulado La iluminación por los cristales, acerca de sus conocimientos especiales, y su editor le había pedido que entregara el manuscrito a las cinco de la tarde de ese mismo día. Por eso, cuando me asomé a la puerta, me dijo:

—Vete, Drunvalo; hoy no. Estoy demasiado ocupada para charlar.

Levanté el índice de mi mano izquierda, y dije: —Katrina, sólo necesito unos cinco

minutos, por favor.

—Drunvalo, por favor, voy retrasadísima. En otro momento.

Pero a mí me habían dicho que me asegurara de recibir la información de dónde iban los cristales ese día. Por eso insistí, y ella me contestó:

—De acuerdo, cinco minutos, ni un segundo más.

Rápidamente le hablé de los ocho templos y los ocho cristales, y le entregué la lista que se me había dado. La leyó durante unos tres segundos, abrió la tela azul que contenía los ocho cristales y, sin pensarlo, señaló los templos uno a uno y anunció un cristal para cada uno, sin emplear más de ocho segundos en cada cristal.

—Muy bien, Drunvalo, tengo que trabajar.

—De acuerdo, de acuerdo —murmuré—. Déjame que escriba lo que acabas de decirme.

Al recordar aquella experiencia, sé que realmente fue la grandeza lo que inspiró a

Katrina para elegir qué cristal iba en cada uno de los templos. En mi recorrido por ellos, cada cristal que ella había elegido era siempre exactamente del mismo color principal o de la energía de ese templo. Sigo sin saber por qué no me dijeron eso de principio. Supongo que estaba aprendiendo a confiar. Mientras estaba teniendo lugar el viaje a México y Guatemala, otra parte de la historia, relacionada con los fenómenos psíquicos y la red sobre la Tierra, se engranó con él.

Para contar esta parte debo volver al principio.

Los taos pueblo En mi anterior y única otra vida sobre la Tierra, desde 1850 hasta 1890, viví como curandera de una pequeña tribu de Nuevo México llamada los taos pueblo. Puedo recordar cada minuto de esa vida, que forma una historia por sí misma, pero no una que necesite contar aquí.

Lo importante es que mi padre en aquel tiempo era el jefe de la tribu, y mi madre estaba considerada por los taos como una gran alma. En mi vida actual, mi madre de la tribu es mi hermana mayor, Nita Page, y mi padre de la tribu es el hijo de mi hermana, Ken Page.

Ahora soy su tío, aunque sólo nos llevemos cuatro años de diferencia. (Mi hermana es

dieciséis años mayor que yo.)

En esta vida, cada año y durante más de cuarenta, un hombre fuerte y realmente santo llamado Juan Concha, el dirigente espiritual de la tribu taos en 1985, estuvo yendo a casa de mi hermana, en California, para asegurarse de que Nita, Ken y yo nunca olvidáramos nuestras raíces. En realidad, la tribu iba a tener trabajo para nosotros en el futuro y no quería perder nuestro rastro.



Los tres osos se despiertan



Mi hermana fue la primera en despertar, hace mucho tiempo, a principios de los años

sesenta. La tribu la recogió, confirmó quién era, y dio comienzo a un programa de

entrenamiento especial creado específicamente para ella. Dentro de la tribu taos había doce tribus, y cada una de estas tribus menores poseía su propia kiva y su camino espiritual específico. Nita fue entrenada en la tribu «fetiche de cristal», que la condujo a su kiva de las profundidades de la tierra para empezar su entrenamiento. Esto resultaba tremendamente inusual, pues normalmente sólo los hombres son admitidos en las kivas. Pero debido a quién era, hicieron una excepción y le enseñaron los antiguos modos.

Yo fui el segundo en despertar, en 1971, cuando las dos esferas de luz, los ángeles, se me aparecieron, pero hasta 1980 no me pidieron que fuera a Taos para comenzar mi entrenamiento con la tribu. Yo di por supuesto que, cuando llegara allí, la tribu correría hacia mí con los brazos abiertos y me acogería, pero no fue así.

Anuncié que había ido para comenzar mi recuerdo. Sólo me miraron, y dijeron:

—Entra en el pueblo y espera. Vendrán a buscarte cuando llegue el momento.

Dos años más tarde, cuando ya casi había olvidado por qué estaba allí, Jimmy Reyna, mi futuro mentor, llegó a mi casa y me pidió que asistiera a una ceremonia tribal. Era el comienzo de un programa de entrenamiento, de doce años de duración, en el que me enseñaron gran parte de lo que he aprendido acerca de los niveles espirituales.

Pasaba mucho tiempo con la hermana de Juan Concha, Cradle Flower, que me enseñó el funcionamiento interno de las formas que tenía la tribu de usar los cristales, los fetiches y los sueños para crear realidades. Aunque aprendí todo esto directamente de la tribu, fue en la vida diaria donde tuve que darme cuenta de su poder. Lo que debía dominar era el cruce del puente entre dos mundos, los dos modos de ser, tan diferentes.

Mi hermana y yo esperamos durante años el despertar de Ken. Pensábamos que tendría lugar cualquier día, pero nada sucedía. Ken había crecido en la tradición católica, pero su dios era el dinero. Se había hecho muy rico con centros comerciales, puertos deportivos, restaurantes, tiendas de automóviles y muchas cosas más. Creo que puedo afirmar que Ken era un multimillonario con el materialismo instalado en el núcleo de su mundo.

Pasaron los años. Tanto Nita como yo comenzamos a creer que Ken nunca iba a

despertar. Finalmente, debo admitir que lo dejé a un lado y me mudé desde Nuevo

México a Colorado, donde estaba viviendo en aquel momento, para continuar con mi vida. Muchos años más tarde casi me había olvidado de él, pues vivíamos en dos mundos paralelos. Y entonces un día de 1983 ó 1984, un año o dos antes de que la Pirámide Nakkal fuera descubierta, Ken tuvo una experiencia.

Ken no tenía ni idea de temas como el que estamos tratando en este libro. Vivía una vida basada por entero en las cosas materiales que uno posee y con las que uno se pasea. La única parte de la vida que le importaba era el tipo de coche que conducía, la marca del traje que llevaba o la dirección donde vivía. El lado espiritual de la vida no le afectaba en absoluto. ¿Habilidades psíquicas? Ken no creía en ninguna de esas extrañas posibilidades. De hecho, si alguien hubiera hecho flotar un objeto por la habitación, al instante habría creído que era cosa del demonio. Católico cien por cien.

Pero aquel día, la vida de Ken cambió para siempre. Le habían invitado a una fiesta, con vino y queso, y todo el mundo paseando y hablando de sí mismos. Pero la Madre Tierra había decidido que había llegado el momento en que Ken debía despertar.

Una mujer joven se le acercó y le preguntó si le gustaría tener una «lectura». Él le

respondió: — ¿Quieres leerme un libro?

Ella le hizo sentarse y sacó un mazo de cartas de tarot y comenzó a hacerle una lectura, la primera de su vida. Creo que podríamos llamarla su lectura virginal.

La mujer empezó a decirle cosas que sólo él conocía. No una o dos, sino muchas

experiencias pasadas y profundamente escondidas, y con todo lujo de detalles. Él estaba abrumado. Nadie, y en especial ningún extraño, le había dicho jamás cosas así de sí mismo de la manera en que esta joven lo estaba haciendo. Aquello estaba alterando su concepto de la vida.

Al final de la lectura, Ken estaba completamente abierto a cualquier cosa que ella dijera. Para él, estaba sucediendo un milagro. Ella se inclinó hacia él, señaló con el dedo directamente hacia su tercer ojo, bajó la voz y dijo:

—Ken, tienes un tío que vive en Nuevo México y debes visitarle. Tiene algo que

enseñarte. Deberás quedarte con él tres días.

Aquello era la gota que colmaba el vaso. Ken sabía que yo vivía en Nuevo México, pero no podía imaginar cómo podía saberlo aquella muchacha.

Dejó la fiesta y a la mañana siguiente llamó a su madre para pedirle mi número de

teléfono. Aquello era algo que, sencillamente, no podía pasar por alto. Era demasiado

poderoso, y su curiosidad acerca de lo que yo iba a enseñarle estaba estallando como una supernova.



Reunión



En aquella época yo estaba viviendo con mi novia en una vieja comunidad hispana cerca de Taos. Nuestro hogar era primitivo: una pequeña casita de adobe con dos habitaciones y sin un auténtico cuarto de baño. Ambos éramos artistas y pintábamos sobre el lienzo escenas de naturaleza suroccidental para poder conseguir algo que llevarnos a la boca. Yo me había licenciado en bellas artes y era un apasionado de la materia. Parece que eso nunca me abandona durante demasiado tiempo. Aunque mi entorno era precario, yo me sentía muy feliz viviendo allí. Un día recibí una llamada telefónica de Ken. No había hablado con él desde hacía casi diez años, como le dije, y nuestras vidas habían avanzado en direcciones divergentes. Ken me contó la lectura de la chica y me preguntó si podía venir a visitarme «durante tres días».

—Por supuesto, Ken. Me encantará verte.

Alrededor de una semana después llegó a mi humilde casa en un flamante Lincoln Town Car negro. Estaba totalmente fuera de lugar en aquella vieja y pobre comunidad hispana. Se bajó del coche con su traje de tres piezas y sus gafas de sol especiales, que se aclaran cuando te apartas del sol.

Abrí la puerta. En lugar de saludar, miró hacia el interior, escrutando la habitación; luego dirigió su mirada hacia mí, y dijo: — ¿Vives aquí?

No podía creer, acostumbrado a su estilo de vida, que yo pudiera realmente vivir en una casa así.

¿Qué podía decir yo?

—Ken, sé que es sencilla, pero a mí la vida me parece maravillosa. Pasa.

Caminó hasta una silla, le quitó el polvo con asco y se sentó. Me miró directamente a los ojos, y dijo:

—Bueno, pues ya sabes lo de la lectura, pero lo que no sabes es que ella me dijo que

tienes algo que enseñarme y que tardarás tres días en hacerlo. ¿De qué se trata?

—Poco a poco, Ken. No tengo ni idea de lo que se supone que debo enseñarte, si es que debo enseñarte algo. Si esperas unos minutos, vuelvo enseguida y quizá pueda

contestarte.

Fui a la habitación trasera, donde había preparado un lugar de meditación. Me senté, y muy pronto entré en un estado de consciencia alterado, tal y como me habían enseñado.

Allí, en mi visión interior, estaban los dos ángeles. Les pregunté qué querían que hiciera. —Enséñale a Ken todo lo que sepas acerca de los cristales —me dijeron. Y

desaparecieron. Me levanté y pensé en ello por un momento. Yo llevaba muchos años estudiando los cristales y estaba incluso dando talleres sobre éstos para sacar algo más de dinero. (El arte y la pintura no eran suficientes, desde luego.) Si tuviera que enseñar a Ken todo lo que sabía sobre los cristales, eso nos llevaría cada minuto de aquellos tres días. Volví a entrar en la habitación en la que me esperaba Ken. —Bueno, ¿sabes ya lo que vas a enseñarme? —me preguntó. Sin rodeos, como quería Ken, le contesté: —Sí, parece ser

que debo enseñarte todo lo que sé acerca de los cristales.

A Ken se le salían los ojos de las órbitas y su expresión era de perplejidad.

— ¡Piedras! Me vas a enseñar cosas sobre las piedras. ¡Es ridículo! Las piedras no van a ayudarme.

—Ken, los cristales son algo más que piedras. Comencé a explicarle cómo los cristales están, en realidad, vivos y conscientes; algo que comprendo que está más allá de la consciencia normal, pero no más allá de la ciencia. Le enseñé la tabla periódica de los elementos, que había colgado en una pared. Le mostré cómo el carbono, el sexto elemento, está asociado con toda la química orgánica y todo lo que normalmente se considera vivo. Pero directamente debajo de él, una octava por debajo, está el silicio, el elemento principal del cristal de cuarzo y del ochenta por ciento de la corteza terrestre. Le expliqué que la ciencia había descubierto, en los años cincuenta, que el silicio posee exactamente los mismos principios de vida que el carbono, y que hoy día la ciencia entiende que el carbono y el silicio son los únicos dos elementos que se sabe que pueden crear vida. La ciencia ha encontrado formas de vida en las profundidades del océano que están vivas, conscientes y que se reproducen, cuyos cuerpos están formados enteramente por silicio, sin ningún rastro de carbono. Por tanto, cuando hablamos de cristales, debemos entender que son conscientes de mucho más de lo que los humanos admitimos.

Los cristales son capaces de recibir y enviar tanto los pensamientos humanos como las emociones. Esto lo descubrió el científico Marcel Vogel, que posee más de doscientas patentes, incluida una del disco flexible de los ordenadores mientras trabajaba para la Bell Labs.

Todo esto tiene sentido cuando uno se da cuenta que la primera radio del mundo estaba fabricada con cristales. Simplemente colocabas un cristal de cuarzo sobre

una mesa, lo tocabas con un cable y podías escuchar la señal de radio por los altavoces. El cristal estaba recogiendo la señal electromagnética en la banda de frecuencias de la radio.

Pero también los pensamientos humanos se encuentran en la escala de frecuencias

electromagnéticas. Los pensamientos tienen una longitud de onda muy, muy larga,

comparada con las ondas de radio; pero a excepción de esa longitud, son exactamente lo mismo. Por tanto, ¿por qué no iba un cristal a ser capaz de captar los pensamientos?

Ken jamás había pensado en esto con anterioridad.

— ¿Así que quieres decir que un cristal puede saber lo que estás pensando?

—Sí, Ken. Pero es mucho más que eso. ¿Cómo crees que funcionan los ordenadores? No son otra cosa que cristales, y sin esos cristales los ordenadores no existirían.

Es la naturaleza viva de un cristal lo que les permite hacer lo que hacen. ¿Lo entiendes?

»Los cristales naturales pueden guardar un «programa», lo que significa un patrón de

pensamiento, y seguir ejecutando ese patrón de pensamiento durante toda la eternidad a menos que alguien lo borre. Un cristal debidamente programado puede cambiar vastas zonas del mundo humano e influir sobre ellas.

Así fue como Ken y yo comenzamos a intercambiar ideas acerca de los cristales. Nuestra discusión duró tres días, hasta que sentí que Ken se había hecho buena idea de cómo trabajaban los cristales con la consciencia humana.

Al cuarto día, Ken me dio un fuerte abrazo y volvió a su mundo ligeramente cambiado. Al menos creo que entendió que un cristal era algo más que una piedra.

martes, 12 de enero de 2010

CAPITULO CUATRO LA PIRÁMIDE NAKKAL

CAPITULO CUATRO LA PIRÁMIDE NAKKAL

Aquella mañana me desperté en las alturas del árido desierto de Nuevo México, a unos dos mil quinientos metros sobre el nivel del mar. Como un vasto océano, los arbustos de salvia verde grisácea se extendían hasta el horizonte en todas direcciones excepto hacia el este, donde la imponente cadena montañosa Sangre de Cristo se alzaba contra el cielo.


La nieve que aún se podía contemplar en las cumbres en aquel día de comienzos de verano no era algo inusual. A veces no desaparece en todo el año. Hacia el oeste, escondido a mi vista, yacía el profundo cañón del río Grande, abriéndose camino en secreto a través de esta parte del desierto en la que no ha estado casi ningún ser humano. Al norte, a unos treinta kilómetros de mi hogar, se alzaba la segunda montaña aislada más alta del mundo, la montaña Ute.

Fue en esta montaña Ute donde la caballería de Estados Unidos intentó eliminar a los utes en 1800. Como éstos pretendían defenderse contra la terrible injusticia que les estaba infligiendo el gobierno estadounidense, eran considerados peligrosos y se afirmaba que debían ser aniquilados.

La caballería persiguió a los utes durante cientos de kilómetros hasta llegar a esta montaña, que recibió su nombre muchos años después en su honor. Los utes y la caballería sabían que en la montaña no había agua, pero en su desesperación los nativos ascendieron por ella para esconderse. La caballería rodeó la montaña y esperó. En realidad no estaban seguros por dónde habían ido los utes, pero esperaron, creyendo que al carecer de agua, si estaban allí arriba, tendrían que bajar.

Según cuenta la historia, los utes rezaron a la Madre Tierra para que les diera agua, pues sabían que sin ella morirían en la montaña o se verían forzados a bajar para que la caballería los matara a todos: hombres, mujeres y niños. Se extinguirían.

Y la Madre Tierra, que vivía en los corazones de los utes, respondió. Un manantial brotó de la montaña, nutriendo sus cuerpos y salvando sus vidas.

Unos tres meses después, la caballería de Estados Unidos decidió que los utes no debían haberse refugiado en la montaña y abandonaron la búsqueda. Los utes siguen vivos en la actualidad gracias a esta montaña y a su milagro, cuya energía se difunde por todo el valle en el que yo vivía en 1985.

Yacía en mi lecho pensando que algo parecía diferente o especial aquella mañana, pero no sabía por qué. Ese sentimiento permaneció en mí durante todo el día. Yo formaba parte de un grupo de hombres y mujeres que regentaba una escuela esotérica llamada Escuela de Misterio Nakkal. El nombre me lo habían dado los ángeles, que nunca me contaron el motivo. Yo sabía que los nakkals eran los antiguos sacerdotes de la Atlántida, pero fuera de eso no sabía nada más. Sencillamente acepté el nombre porque la sugerencia procedía de una fuente superior. Nuestro recinto abarcaba unas ocho hectáreas y estaba rodeado por millones de hectáreas, literalmente, deshabitadas. Teníamos dos casas de adobe, un jardín natural, una pequeña zona de apartamentos, un área de trabajo y garaje, un precioso centro de

Conferencias de adobe (con techos de siete metros y medio de altura y construido en forma de pentágono) y lo más importante de todo, una bella sala de oración subterránea llamada kiva. La escuela era perfecta para enseñar y aprender. Estar completamente aislados de la civilización facilitaba mucho nuestra tarea, pues no había nadie que pudiera juzgar nuestro trabajo ni nuestras acciones, que habrían resultado extraños para algunas personas de nuestra cultura actual. Cada luna nueva, por ejemplo, instalábamos una cabaña de sudación de los nativos americanos con una enorme hoguera para calentar las piedras. Unas cuarenta personas ayunábamos al menos un día antes de la sudación y, durante horas, tocábamos los tambores y cantábamos, entonando el nombre de la Madre y la presencia del Gran Espíritu, entrando en nuestros corazones y esperando a que las piedras se pusieran del color rojo anaranjado de la vida.

Cuando llegaba el momento adecuado, entrábamos en la kiva subterránea rodeados de la más completa oscuridad, con humildad y sin ropa, tal y como marcaba la tradición nativa, y con una actitud de absoluta santidad para estar con la Madre. Era como estar en su seno. Prana, vacío, tierra, agua, fuego, aire, los seis elementos de la creación y la naturaleza estaban presentes al mismo tiempo en esta ceremonia.

Aquella tarde escuché a alguien que gritaba un fuerte « ¡Guau!» y corrí a ver quién era. El Sol se iba a poner en unos treinta minutos y llovía suavemente contra las montañas del este.

La razón del « ¡Guau!» estaba clara. Enmarcando la cadena montañosa Sangre de Cristo aparecía el arco iris más increíble que he visto en toda mi vida. No había uno solo, sino tres: un arco iris dentro de otro arco iris dentro de otro arco iris. Los intensísimos y brillantes colores vibraban como si estuvieran cargados de electricidad. Me quedé sin habla.

Mientras observaba aquel milagro, me inundó el mismo sentimiento que había notado al despertarme aquella mañana. De algún modo u otro, aquel día era especial. Pero no había nada que pareciera distinto de los demás días a excepción de aquel asombroso arco iris. Sin embargo, el sentimiento se negaba a abandonarme.

La mañana siguiente, una furgoneta blanca y sin rotular paró frente a nuestro centro de conferencias. Como estábamos escondidos del público y en un sitio tan remoto, era poco habitual que alguien nos encontrara cuando no se estaba llevando a cabo ningún taller.

Un grupo de cuatro hombres jóvenes, en la treintena, bajó de la furgoneta y caminó hasta la sala de conferencias donde me encontraba yo en una pequeña cocinita preparando el desayuno. Uno de ellos abrió la puerta delantera, me miró y preguntó:

— ¿Sabe dónde puedo encontrar a un hombre llamado Drunvalo?

Le dije quién era yo, y él fue derecho al grano:

— ¿Alguna vez ha visto este dibujo?

Me entregó un dibujo de la Flor de la Vida. Los diecinueve círculos me eran tan familiares como la palma de mi mano. Yo vi este dibujo por primera vez pintado sobre una pared egipcia de seis mil años de antigüedad, y desde entonces lo he encontrado por todo el mundo: en India, Inglaterra, Irlanda, Turquía, Israel, Polonia, Suiza, Grecia, China, Japón, México y en unos cincuenta países más, casi siempre en sitios antiguos. Y seguimos descubriéndolo en distintos países todos los años. Pero lo más significativo de esta historia, como podrás comprobar, es que también lo había visto en Tíbet.

Como yo llevaba impartiendo enseñanzas acerca de este dibujo desde 1984, aquellos hombres habían hecho averiguaciones sobre mí y querían saber lo que significaba.

En ese punto les pregunté por qué estaban tan interesados en la Flor de la Vida. Se sentaron a mí alrededor y empezaron a relatarme una larguísima historia acerca del descubrimiento en Tíbet de una pirámide muy inusual que su equipo de exploración había encontrado unos meses antes. Lo que tenían que decirme era prodigioso.

Hace ya tanto tiempo de aquello que he olvidado los nombres de aquellos cuatro hombres, pero el que parecía ser el portavoz, o el que llevaba la voz cantante, se excitó y comenzó a hablar con autoridad. Sacó mapas y fotografías que puso sobre la mesa, los extendió, y me miró directamente a los ojos.

Me habló acerca del primer equipo de investigación que había intentado llegar a esta pirámide tibetana, pero me contó que sencillamente no estaban preparados para el largo y difícil viaje. Se tardaban seis meses en alcanzar la pirámide, que se encontraba a gran altura en las montañas occidentales de los Himalayas. No existían mapas claros, pues prácticamente nadie había estado jamás en aquella zona, y habían subestimado el tiempo que tardarían en llegar.

Para complicar el tema aún más, la pirámide era completamente blanca y estaba permanentemente cubierta de nieve, a excepción de dos o tres semanas al año, por lo que el equipo debía cronometrar perfectamente su llegada para poder encontrar la estructura y, con suerte, entrar en ella.

Me contó que el primer equipo llegó hasta el borde de las montañas desde donde se podía contemplar aquella magnífica pirámide en el valle que se encontraba a sus pies, pero no pudieron continuar, pues de haberlo hecho todo el equipo habría muerto. No tenían suficientes provisiones para el tiempo extra y no tuvieron más remedio que dar la vuelta. Yo creo que esto ocurrió a principios de la década de los ochenta. Pero sólo unos pocos años más tarde, aquellos hombres que estaban sentados alrededor de la mesa lo intentaron una vez más.

En esta ocasión se prepararon mejor y llegaron a la pirámide tibetana justo en el momento en que se encontraba completamente expuesta para su exploración. Se quedaron pasmados al comprobar que, a diferencia de la Gran Pirámide de Egipto, ésta no estaba sellada. Tenía una única abertura, que permitió al equipo entrar sin hallar ningún obstáculo.

Durante los dos días siguientes, me relataron cómo encontraron la pirámide, que denominaron Gran Pirámide Blanca. Explicaron el aspecto que tenía y cómo carecía de marcas, escrituras, jeroglíficos o cualquier otra cosa sobre la superficie o en las paredes, tanto interiores como exteriores, a excepción de una única imagen preferente colocada en la parte superior de una pared central de la sala principal. Se trataba de la imagen de la Flor de la Vida. Aquélla era la razón de que me hubieran buscado y encontrado en medio del solitario desierto.

Querían que les hablara acerca del significado de la Flor de la Vida. Esperaban que yo les podría conducir a quienquiera que hubiera construido aquella pirámide, pues no tenían ni idea de quién podría haber sido.

Yo no podía explicar lo que la Flor de la Vida «significaba realmente» en una o dos horas. Por eso se quedaron dos días. Es el dibujo de la creación de todo el universo y todo lo que éste contiene, incluyendo a todas las criaturas vivientes. Es incluso el dibujo de la creación de aspectos del universo que no son considerados cosas o materias, tales como las emociones y los sentimientos. Puse el máximo empeño y les di un mini taller sobre la de Flor de la Vida, en el que suprimí todas las ceremonias, los círculos de oración, los relatos con mensaje y, por supuesto, la cabaña de sudación de los nativos americanos.

Aquellos hombres me hablaron acerca de la increíble suerte que habían tenido de ser los primeros seres humanos en tocar realmente aquella inusual pirámide. Me informaron de que no se conocía ninguna otra pirámide cerca de ella y que estaba completamente aislada

En una región inaccesible de los Himalayas.

Siguieron contándome lo extraño que resultaba que una pirámide así estuviera situada en un lugar en el que jamás había existido civilización alguna.

El sentimiento que había tenido el día anterior de que algo especial iba a ocurrir no me había abandonado. Yo sabía que aquella información era importante, pero en realidad, en aquel momento, no sabía hasta qué punto.

Cuando se fueron de la Escuela de Misterio Nakkal, llenos de entusiasmo, las fotografías que me habían mostrado de la asombrosa pirámide seguían volviendo a mi cabeza una y otra vez. Casi podía saborear la causa de su importancia, pero todavía no acudía nada a mi mente.

Finalmente, un par de días más tarde, cuando me encontraba meditando, los dos ángeles aparecieron en mi visión interior, y me dijeron: —Esa construcción se llama Pirámide Nakkal. Sabemos que en este momento no lo entiendes, pero a su debido tiempo lo harás. En un futuro, todo te será revelado. Pero ¿por qué Pirámide Nakkal? ¿Y por qué Escuela de Misterio Nakkal? En aquel momento, lo único que sabía era que los nakkals eran los sumos sacerdotes de la Atlántida. No sabía que tuvieran ninguna relación con Tíbet.

Había tanto que yo no sabía... Pero confié en los ángeles y los guardé en mi corazón. Cuando me hablaban, siempre me sentía como un niño pequeño que pretende entender el mundo que le rodea, unas veces desconcertado y otras excitado, pero fundamentalmente asombrado por la vida y por el modo en que los ángeles introducían el conocimiento con tanta suavidad en mi simple entendimiento.

Llegó un día en que la Escuela de Misterio Nakkal se disolvió, como sucede con todas las escuelas de ese tipo, pero el recuerdo del equipo de exploración y la pirámide que habían encontrado no me abandonaba. Y a su debido momento, los ángeles me contaron toda la

Historia, que iré compartiendo contigo mientras continuamos caminando.

La Serpiente de Luz había dejado su hogar, la Pirámide Nakkal, y se estaba moviendo libremente para encontrar un hogar nuevo y, con el tiempo, una nueva pirámide, y la Red de Conciencia de Unidad sobre la Tierra estaba casi concluida. Para 1989 y 1990, cuatro años antes de mi primer aprendizaje sobre la pirámide, la red había crecido hasta

Alcanzar el primer nivel de Unidad, pero la Serpiente de Luz todavía seguía buscando su sitio en la Tierra, aparentemente desfasada con el ADN cósmico.

Pero jamás debemos olvidar que la Vida es perfecta.

Claves de la espiritualidad de Jesús

Claves de la espiritualidad de Jesús




Jesús es un hombre que sólo se basa en una experiencia: "Dios, el Padre bueno de todos", quien unifica su intensa actividad, inspira su mensaje y polariza todas sus energías.




Para Jesús, Dios no es una teoría, sino una experiencia que transforma todo su ser y le hace vivir buscando una vida más digna, amable y dichosa para todos, empezando por los últimos.




Jesús asocia a Dios con la vida: lo primero y lo más importante para Él  es que todos gocen de una vida digna y justa. Esto es lo nuevo. Jesús presenta a Dios siendo la vida de las personas, no la religión. Jesús, se siente enviado por Dios a promover su justicia y su misericordia.




A Jesús el Espíritu de Dios lo impulsa a introducir en el mundo la "Buena Noticia" para los pobres, "liberación" para los cautivos, "luz" a los ciegos, "libertad" a los oprimidos, y "gracia" a los desgraciados.




El centro de la espiritualidad de Jesús no lo ocupa Dios propiamente, sino el Reino de Dios. Jesús no separa nunca a Dios de su Reino. No puede pensar en Dios sin pensar en su proyecto de transformar el mundo, además no llama a "convertirse" a Dios sin más, sino que pide a todos "entrar" en el Reino de Dios.




Jesús no contempla a Dios encerrado en su propio mundo, aislado de los problemas de la gente; lo siente comprometido por un mundo más humano.




La espiritualidad de Jesús está centrada en el Reino de Dios, es decir, se alimenta de un Dios que sólo busca una humanidad más justa y más feliz, y tiene como centro y tarea decisiva construir una vida más humana, tal como la quiere Dios. Cualquier espiritualidad que quiera llamarse y ser cristiana tendrá que seguir a Jesús por los caminos del Reino de Dios.




Experimentar a Dios como padre




Jesús, movido por un impulso interior incontenible, comienza a recorrer los caminos de Galilea anunciando a todos la llegada del "Reino de Dios". ¿Quién es este Dios que se adueña de Jesús y lo pone totalmente al servicio de su proyecto de Reino?.




Dios luego de que Jesús es bautizado le dice "Tu eres mi hijo querido", nada puede expresar mejor lo vivido por Jesús que esas palabras insondables, el relato subraya el carácter gozoso y entrañable de esta revelación. A esta palabras Jesús responde "Abbá" (expresión de cariño), Jesús vive a Dios como alguien tan cercano, bueno y entrañable que, al dialogar con Él, le viene espontáneamente a los labios esta palabra.




Esta costumbre de Jesús arroja una luz muy grande sobre su espiritualidad, pues nos descubre sus dos actitudes fundamentales ante Dios: confianza total y disponibilidad incondicional. Su fidelidad al Padre le hace vivir de manera creativa, innovadora y audaz.




Esta confianza genera en Jesús  una docilidad incondicional ante su Padre. Sólo busca cumplir su voluntad. Es lo primero para el. Y esa voluntad de Dios no es ningún misterio: es una vida más digna y dichosa para todos, empezando por los últimos.




La espiritualidad de Jesús esta alimentada, sostenida y animada por la experiencia de Dios. Esta marca toda su vida al servicio del Reino de Dios. Jesús vive plenamente para el Reino desde una actitud de confianza total en Dios y de disponibilidad incondicional. Una espiritualidad en la que falten estos dos rasgos básicos no es todavía la espiritualidad de Jesús.




Acoger la Bondad de Dios




Jesús vive seducido por la bondad de Dios. No necesita apoyarse en ningún texto  de las escrituras sagradas. Para el es un dato primordial e indiscutible que se impone por sí mismo. Dios es una Presencia buena que bendice la vida.




La realidad insondable de Dios, lo que no podemos pensar ni imaginar de Su misterio, Jesús lo capta como bondad y compasión. Dios es bueno con todos sus hijos e hijas. Lo importante para él son las personas; mucho más que lo sacrificios del templo o el cumplimiento del sábado.




Este Padre bueno es un Dios cercano. Su bondad lo envuelve todo, está ya irrumpiendo e la vida bajo forma de misericordia. Dios es cercano y accesible a todos. Cualquiera puede tener con el una relación directa e inmediata desde lo secreto de su corazón




El habla a cada uno sin pronunciar palabras humanas. El atrae a todos hacia lo bueno. Desde cualquier lugar es posible elevar los ojos al Padre del cielo. Jesús invita a vivir confiado en el misterio de un Dios bueno y cercano: "cuando oréis, decid: ¡padre!" (mt 6, 9)




Muchas veces habló Jesús, de Dios , como Padre bueno, pero nunca lo hizo con la maestría seductora con que describe en una parábola a un padre acogiendo a su hijo perdido. No le impone castigo alguno, no replantea ninguna condición para aceptarlo de nuevo en casa; no le exige un ritual de purificación, ya que sólo lo ama desde siempre.




Este no es el Dios vigilante de la ley, atento a las ofensas de sus hijos, que hace pagar a cada uno su merecido y no concede el perdón si antes no se han cumplido escrupulosamente una condiciones. Dios es para los que tienen necesidad de que sea bueno.




Vivir animados por el espíritu de Dios




El espíritu  de Dios, que crea y sostiene la vida, que cura y da aliento a todo viviente, que lo renueva y lo transforma todo, viene a llenar a Jesús de su fuerza vivificadora, Jesús lo experimenta como Espíritu de gracia y vida.

El espíritu de Dios lo conduce a curar, liberar, potenciar y mejorar la vida. El espíritu que Jesús lleva a dentro le hace vivir a Dios como un Dios de un cambio. Dios es una poderosa fuerza de transformación. Su presencia es siempre estimulante, incitadora, provocativa, interpeladora: atrae hacia la conversión.




Dios los quiere ver riendo y a los que tienen hambre los quiere ver comiendo. Quiere que las cosas cambien para que todos puedan vivir mejor. Este Dios que quiere la vida esta siempre del lado de las personas y en contra del mal, el sufrimiento y la muerte.




Jesús vive a Dios como un fuerza que solo quiere el bien, que se opone a todo lo que hace daño al ser humano y que, por lo tanto, quiere liberar la vida del mal. Así lo experimenta Jesús a través de toda su vida.




Vivir la espiritualidad de Jesús es vivir luchando de manera concreta contra ídolos, poderes, sistemas, estructuras o movimientos que hacen daño, deshumanizan el mundo e introducen muerte.




Jesús vive a Dios como fuerza curadora, movido por su espíritu Jesús se dedica a  curar el sufrimiento, la enfermedad o la desgracia, la cuales no son expresión de la voluntad de Dios. Cuando el espíritu de Dios esta vivo y operante en una persona, esa persona vive de alguna manera curando a lo demás del mal que los puede esclavizar.




Vivir la espiritualidad de Jesús impregnados como él por el espíritu del Dios de la vida, es pasar la vida "haciendo el bien", curando a los oprimidos, deprimidos o reprimidos. Quien vive del espíritu de Jesús es curador.




Impulsado por el Espíritu de Dios, Jesús vive defendiendo a los pobres, además los felicita, bendice a los niños e impone sus manos sobre los enfermos. Son gestos que expresan  su deseo de envolver a los indefensos con la fuerza protectora del Espíritu de Dios. Ese Espíritu conduce a Jesús a solidarizarse con los últimos, nunca con los intereses de los primeros.




El Espíritu de Dios conduce a Jesús a acoger a los excluidos. Su experiencia de Dios es la de un Padre que tiene en su corazón un proyecto integrador donde no haya privilegiados que desprecian a indeseables, santos que condenas a pecadores, puros que se separan de impuros, varones que someten a mujeres, fuertes que abusan de débiles, adultos que dominan a niños.




La espiritualidad de Jesús es una espiritualidad de comunión, no de separación y exclusión. Este se atreve a desenmascarar los mecanismos de una religión y de una espiritualidad que no estén al servicio de la vida.




Jesús e acerca a los olvidados por la religión. Su verdadera voluntad no puede quedar acaparada por una casta de piadosos o por una clase sacerdotal de controladores de la religión. Dios no da a nadie poder religioso sobre los demás, sino fuerza y autoridad para hacer el bien. Con ese espíritu actúa siempre Jesús: no como poder autoritario de imposición, sino con fuerza curadora. Jesús libera de miedos generados por la religión, no los introduce, hace crecer la libertad, no la servidumbre; atrae hacia el amor de Dios, no hacia la ley; despierta al amor, no el resentimiento. Quien vive de su Espíritu, sigue sus pasos.