martes, 12 de enero de 2010

Claves de la espiritualidad de Jesús

Claves de la espiritualidad de Jesús




Jesús es un hombre que sólo se basa en una experiencia: "Dios, el Padre bueno de todos", quien unifica su intensa actividad, inspira su mensaje y polariza todas sus energías.




Para Jesús, Dios no es una teoría, sino una experiencia que transforma todo su ser y le hace vivir buscando una vida más digna, amable y dichosa para todos, empezando por los últimos.




Jesús asocia a Dios con la vida: lo primero y lo más importante para Él  es que todos gocen de una vida digna y justa. Esto es lo nuevo. Jesús presenta a Dios siendo la vida de las personas, no la religión. Jesús, se siente enviado por Dios a promover su justicia y su misericordia.




A Jesús el Espíritu de Dios lo impulsa a introducir en el mundo la "Buena Noticia" para los pobres, "liberación" para los cautivos, "luz" a los ciegos, "libertad" a los oprimidos, y "gracia" a los desgraciados.




El centro de la espiritualidad de Jesús no lo ocupa Dios propiamente, sino el Reino de Dios. Jesús no separa nunca a Dios de su Reino. No puede pensar en Dios sin pensar en su proyecto de transformar el mundo, además no llama a "convertirse" a Dios sin más, sino que pide a todos "entrar" en el Reino de Dios.




Jesús no contempla a Dios encerrado en su propio mundo, aislado de los problemas de la gente; lo siente comprometido por un mundo más humano.




La espiritualidad de Jesús está centrada en el Reino de Dios, es decir, se alimenta de un Dios que sólo busca una humanidad más justa y más feliz, y tiene como centro y tarea decisiva construir una vida más humana, tal como la quiere Dios. Cualquier espiritualidad que quiera llamarse y ser cristiana tendrá que seguir a Jesús por los caminos del Reino de Dios.




Experimentar a Dios como padre




Jesús, movido por un impulso interior incontenible, comienza a recorrer los caminos de Galilea anunciando a todos la llegada del "Reino de Dios". ¿Quién es este Dios que se adueña de Jesús y lo pone totalmente al servicio de su proyecto de Reino?.




Dios luego de que Jesús es bautizado le dice "Tu eres mi hijo querido", nada puede expresar mejor lo vivido por Jesús que esas palabras insondables, el relato subraya el carácter gozoso y entrañable de esta revelación. A esta palabras Jesús responde "Abbá" (expresión de cariño), Jesús vive a Dios como alguien tan cercano, bueno y entrañable que, al dialogar con Él, le viene espontáneamente a los labios esta palabra.




Esta costumbre de Jesús arroja una luz muy grande sobre su espiritualidad, pues nos descubre sus dos actitudes fundamentales ante Dios: confianza total y disponibilidad incondicional. Su fidelidad al Padre le hace vivir de manera creativa, innovadora y audaz.




Esta confianza genera en Jesús  una docilidad incondicional ante su Padre. Sólo busca cumplir su voluntad. Es lo primero para el. Y esa voluntad de Dios no es ningún misterio: es una vida más digna y dichosa para todos, empezando por los últimos.




La espiritualidad de Jesús esta alimentada, sostenida y animada por la experiencia de Dios. Esta marca toda su vida al servicio del Reino de Dios. Jesús vive plenamente para el Reino desde una actitud de confianza total en Dios y de disponibilidad incondicional. Una espiritualidad en la que falten estos dos rasgos básicos no es todavía la espiritualidad de Jesús.




Acoger la Bondad de Dios




Jesús vive seducido por la bondad de Dios. No necesita apoyarse en ningún texto  de las escrituras sagradas. Para el es un dato primordial e indiscutible que se impone por sí mismo. Dios es una Presencia buena que bendice la vida.




La realidad insondable de Dios, lo que no podemos pensar ni imaginar de Su misterio, Jesús lo capta como bondad y compasión. Dios es bueno con todos sus hijos e hijas. Lo importante para él son las personas; mucho más que lo sacrificios del templo o el cumplimiento del sábado.




Este Padre bueno es un Dios cercano. Su bondad lo envuelve todo, está ya irrumpiendo e la vida bajo forma de misericordia. Dios es cercano y accesible a todos. Cualquiera puede tener con el una relación directa e inmediata desde lo secreto de su corazón




El habla a cada uno sin pronunciar palabras humanas. El atrae a todos hacia lo bueno. Desde cualquier lugar es posible elevar los ojos al Padre del cielo. Jesús invita a vivir confiado en el misterio de un Dios bueno y cercano: "cuando oréis, decid: ¡padre!" (mt 6, 9)




Muchas veces habló Jesús, de Dios , como Padre bueno, pero nunca lo hizo con la maestría seductora con que describe en una parábola a un padre acogiendo a su hijo perdido. No le impone castigo alguno, no replantea ninguna condición para aceptarlo de nuevo en casa; no le exige un ritual de purificación, ya que sólo lo ama desde siempre.




Este no es el Dios vigilante de la ley, atento a las ofensas de sus hijos, que hace pagar a cada uno su merecido y no concede el perdón si antes no se han cumplido escrupulosamente una condiciones. Dios es para los que tienen necesidad de que sea bueno.




Vivir animados por el espíritu de Dios




El espíritu  de Dios, que crea y sostiene la vida, que cura y da aliento a todo viviente, que lo renueva y lo transforma todo, viene a llenar a Jesús de su fuerza vivificadora, Jesús lo experimenta como Espíritu de gracia y vida.

El espíritu de Dios lo conduce a curar, liberar, potenciar y mejorar la vida. El espíritu que Jesús lleva a dentro le hace vivir a Dios como un Dios de un cambio. Dios es una poderosa fuerza de transformación. Su presencia es siempre estimulante, incitadora, provocativa, interpeladora: atrae hacia la conversión.




Dios los quiere ver riendo y a los que tienen hambre los quiere ver comiendo. Quiere que las cosas cambien para que todos puedan vivir mejor. Este Dios que quiere la vida esta siempre del lado de las personas y en contra del mal, el sufrimiento y la muerte.




Jesús vive a Dios como un fuerza que solo quiere el bien, que se opone a todo lo que hace daño al ser humano y que, por lo tanto, quiere liberar la vida del mal. Así lo experimenta Jesús a través de toda su vida.




Vivir la espiritualidad de Jesús es vivir luchando de manera concreta contra ídolos, poderes, sistemas, estructuras o movimientos que hacen daño, deshumanizan el mundo e introducen muerte.




Jesús vive a Dios como fuerza curadora, movido por su espíritu Jesús se dedica a  curar el sufrimiento, la enfermedad o la desgracia, la cuales no son expresión de la voluntad de Dios. Cuando el espíritu de Dios esta vivo y operante en una persona, esa persona vive de alguna manera curando a lo demás del mal que los puede esclavizar.




Vivir la espiritualidad de Jesús impregnados como él por el espíritu del Dios de la vida, es pasar la vida "haciendo el bien", curando a los oprimidos, deprimidos o reprimidos. Quien vive del espíritu de Jesús es curador.




Impulsado por el Espíritu de Dios, Jesús vive defendiendo a los pobres, además los felicita, bendice a los niños e impone sus manos sobre los enfermos. Son gestos que expresan  su deseo de envolver a los indefensos con la fuerza protectora del Espíritu de Dios. Ese Espíritu conduce a Jesús a solidarizarse con los últimos, nunca con los intereses de los primeros.




El Espíritu de Dios conduce a Jesús a acoger a los excluidos. Su experiencia de Dios es la de un Padre que tiene en su corazón un proyecto integrador donde no haya privilegiados que desprecian a indeseables, santos que condenas a pecadores, puros que se separan de impuros, varones que someten a mujeres, fuertes que abusan de débiles, adultos que dominan a niños.




La espiritualidad de Jesús es una espiritualidad de comunión, no de separación y exclusión. Este se atreve a desenmascarar los mecanismos de una religión y de una espiritualidad que no estén al servicio de la vida.




Jesús e acerca a los olvidados por la religión. Su verdadera voluntad no puede quedar acaparada por una casta de piadosos o por una clase sacerdotal de controladores de la religión. Dios no da a nadie poder religioso sobre los demás, sino fuerza y autoridad para hacer el bien. Con ese espíritu actúa siempre Jesús: no como poder autoritario de imposición, sino con fuerza curadora. Jesús libera de miedos generados por la religión, no los introduce, hace crecer la libertad, no la servidumbre; atrae hacia el amor de Dios, no hacia la ley; despierta al amor, no el resentimiento. Quien vive de su Espíritu, sigue sus pasos.




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