jueves, 18 de marzo de 2010

CAPÍTULO QUINCE

EL ARCO IRIS CIRCULAR

Al día siguiente de la celebración del equinoccio en Chichén Itzá, y con las ceremonias y

las oraciones resonando aún en nuestros corazones, dejamos el Mayaland Hotel y

dirigimos nuestros pasos hacia Quintana Roo.

Ese día íbamos a viajar hacia el emplazamiento maya del quinto chakra, situado en Tulum.

De camino hacia el hotel, un centro turístico en el Caribe mexicano, debíamos visitar

Coba, quizá el mayor yacimiento de Yucatán, aunque gran parte de sus restos aún no han

sido excavados. A última hora de la tarde teníamos previsto recorrer el camino hasta uno

de los cientos de cenotes de Quintana Roo, situado en tierras particulares y escondido en

las selvas cercanas a Tulum.

Mientras recorríamos lentamente el largo camino hasta Coba, y después de haber vivido

tantas sorpresas, habíamos dejado de pensar en lo que podíamos encontrar. Como niños,

nos limitábamos a mantener el corazón y los ojos abiertos. Esperábamos sencillamente

que Dios nos mostrara nuestra siguiente responsabilidad.

La antigua ciudad de Coba

En Coba encontramos un área llena de pequeños establecimientos al aire libre, cubiertos

con techados de palma, donde comimos. Una de las especialidades era la leche de coco

fresca, que se sorbía con una paja procedente del mismo coco. Tras la comida,

penetramos en el recinto del templo de Coba.

Este templo abarca casi ochenta kilómetros cuadrados y en un tiempo fue el hogar de

una población estimada de cuarenta mil mayas. La antigua ciudad que en origen rodeaba

Coba era tan grande que si la hubiéramos podido ver como era hace mil años,

probablemente habríamos cambiado nuestro concepto de quiénes eran los mayas. Desde

la parte superior de la Gran Pirámide de Coba, Nohoch Mul, podíamos comprobar que allí

estuvo establecida una civilización muy avanzada.

Nuestro guía, Humberto, nos dijo que Coba era el centro de un sistema de sofisticadas

carreteras antiguas denominadas sacbe. Estas carreteras de piedra alcanzaban una

altura de uno o dos metros y estaban cubiertas de mortero. En la actualidad, la mayor

parte de este mortero ha desaparecido, pero muchas de las piedras permanecen en su

sitio, Humberto nos las había estado señalando a lo largo del viaje. En la cumbre de la

civilización maya, todas las sacbe conducían a Coba.

Como nos comentó Humberto, la razón de ser de estas carreteras constituye un enigma,

pues los mayas carecían de medios de transporte sobre ruedas y tampoco tenían caballos.

Puede que se utilizaran para procesiones religiosas. Lo cierto es que, según nuestro guía,

los dibujos que forman las carreteras están relacionados con el calendario maya. Parecen

ser partes de una gigantesca «máquina del tiempo» astronómica, pero no quedó claro

cómo pensaba Humberto que funcionaba todo aquello. Es una de esas cosas que alguien

debería investigar.

Uno de los encantos de Coba son los bicitaxis. Aquellos visitantes que no desean hacer a

pie el largo trayecto desde la entrada hasta la Gran Pirámide pueden hacerlo montados

en estos vehículos. Carecen de motor y son muy parecidos a rickshaws de cuatro ruedas,

pero el conductor va pedaleando en lugar de tirar de ellos a pie. No los vimos en ningún

otro lugar de Yucatán.

Al acercarme a la Gran Pirámide, Nohoch Mul, me pregunté si se parecería en algo a lo

que Ken y yo habíamos visto hacía tantos años. En 1985 allí no había más que una pequeña

casa de piedra en lo alto de una gran colina. En la actualidad, ya totalmente descubierta,

es la pirámide más alta de Yucatán.

Otros muchos de los seis mil templos, pirámides y demás estructuras que se estima que

puede haber en el lugar habían sido excavados desde mi visita anterior. Ahora la Gran

Pirámide, a pesar de su tamaño, parece algo casi sin importancia entre todas las de este

vasto complejo. Resultaba sorprendente ver tantas construcciones descubiertas y

dibujadas en los mapas, unas construcciones que anteriormente habían estado

escondidas.

La energía del lugar era fantástica.

No íbamos a celebrar ninguna ceremonia en Coba, sólo queríamos sentir y estar en

comunión. De ahí que todos los integrantes del grupo tuvieran libertad para explorar y,

como agua que se evapora, rápidamente desaparecieron entre los árboles para investigar

por todo el lugar. Luego, como la niebla que se separa y vuelve a juntarse, se volvían a

encontrar descubriendo lugares intrigantes, meditando. Me divertí muchísimo. Todo

aquello producía una sensación maravillosa.

Tulum: el arco iris circular

En los dieciocho años que habían pasado desde que caminé sobre la hierba de Tulum, el

gobierno había arreglado la zona para poder controlar con más facilidad a los turistas; y

aquel fin de semana había muchos.

Sin embargo, nada de eso me importaba; ni las masas de gente, ni los cambios. Podía

sentir que lo que iba a suceder allí tendría significado y sería importante para el

equilibrio de las energías mayas.

Al principio todos nos fuimos en direcciones diferentes, explorando, mientras yo

intentaba recordar el lugar en el que habíamos colocado el cristal. Hacía tanto tiempo...,

pero al cabo de unos veinte minutos lo encontré. Supe de inmediato que aquél era el lugar

cuando miré hacia el interior y vi los frescos.

De pie en aquel templo recorrí con la mirada la zona de Tulum, buscando un lugar en el

que realizar nuestra ceremonia. Enseguida observé, en una extensión de hierba que

rodeaba los templos de Tulum, una zona que parecía brillar más que ninguna otra. Caminé

directamente hasta ella. Para entonces el grupo se había congregado y todos me

siguieron.

El lugar era perfecto. Qué era o por qué lo era, no tengo ni idea, pero era perfecto.

A continuación, elegí el lugar que debía marcar el centro de nuestro círculo, coloqué un

trozo de tela sobre el suelo para formar el altar y señalicé las cuatro direcciones.

Alguien del grupo me entregó un cristal de gran tamaño y lo situé en el centro del altar.

Luego los demás fueron añadiendo sus propios artículos y cristales. Muy pronto todo

quedó preparado para nuestra ceremonia.

Entre los que se ofrecieron voluntarios, elegí a cuatro personas, dos hombres y dos

mujeres, para las posiciones de las cuatro direcciones. Los cuatro se colocaron en las

direcciones que representaban, de cara al centro del círculo. Por turnos, pronunciaron sus

plegarias y «se convirtieron» en aquella dirección, proporcionando protección al círculo

interior.

Entonces yo me arrodillé en el centro del círculo, representando las direcciones de

arriba y abajo, y elevé oraciones para sellar aquel espacio interior.

Ahora voy a describir las cosas que tuvieron lugar en aquella ceremonia tan poderosa, en

los «planos interiores».

A los pocos minutos de haber comenzado, algunos de los mayas que vivían en el interior

de la Tierra establecieron contacto conmigo y me pidieron permiso para tomar parte en

la ceremonia. Tres mayas muy ancianos aparecieron, literalmente, frente a mí; sus

cuerpos eran translúcidos, pero yo podía verlos con claridad. Me miraron a los ojos y con

gran respeto preguntaron telepáticamente si podían entrar en la ceremonia. Se unieron a

nosotros y a continuación llegaron más.

Para ayudar a aquellos integrantes del grupo que no podían «ver», comencé a hablar y a

describir lo que estaba ocurriendo en uno de los sóbretenos invisibles de la tercera

dimensión que nos rodea.

En primer lugar, los tres ancianos mayas que acababan de pedir el permiso entraron en

nuestro círculo desde el norte y se colocaron de pie frente al altar. Era evidente que el

mayor de los tres, el que estaba en el centro, era el dirigente. Comenzó a hablar en

lengua maya, pidiendo a los demás miembros de su tribu que emergieran.

A continuación vinieron otros cuatro, dos hombres y dos mujeres, y se colocaron detrás

de los de nuestro grupo en cada una de las cuatro direcciones, sellando el espacio interior

aún más con su conocimiento y su comprensión. Luego vinieron alrededor de treinta más,

que se dispersaron alrededor de nuestro círculo.

Tras esto comenzó un intercambio entre nuestro grupo y el suyo. Su interés primordial

era obtener el control del medio, y en especial de la lluvia, para aportar equilibrio tanto al

Mundo Exterior como al Interior, pues ambos estaban desequilibrados. De hecho, la

península del Yucatán estaba atravesando un periodo de gran sequía. Llevaba meses sin

llover.

Los mayas comenzaron a «construir» una inmensa pirámide energética que se extendía

en las cuatro direcciones. Al principio la hicieron pequeña, aproximadamente del tamaño y

área de la zona sobre la que se encontraba el grupo, y luego la agrandaron con sus mentes

hasta que llegó a medir unos cinco kilómetros por cada lado. Lo hicieron exactamente de

la misma forma que me habían enseñado a mí los taos pueblo de Nuevo México. «Vieron» o

dibujaron en sus mentes aquella pirámide en el espacio de la tercera dimensión (nuestro

mundo) y luego, con su intención, la hicieron realidad. También le dieron su aliento para

otorgarle energía de fuerza vital, que es lo que realmente hace que el entorno reaccione

como si se tratase de una pirámide tridimensional real.

Una persona normal no habría sido capaz de ver aquella pirámide, pero el entorno no

conoce la diferencia. Y una pirámide actúa exactamente igual que una montaña en la

naturaleza. Atrae las nubes y la lluvia. Las pequeñas no producen demasiado efecto, pero

las grandes, especialmente cuando alcanzan un tamaño de cinco kilómetros, afectan al

entorno como si fuesen montañas gigantescas.

Aquella pirámide se convirtió en la «montaña» central para traer la lluvia. Los mayas del

interior de la Tierra podían controlar la altura de la montaña, y con ello la cantidad de

lluvia que debía llegar a aquella parte de la península. Para aumentar aún más la zona de

influencia de la pirámide, los mayas hicieron más y las colocaron una junto a otra, como

una sierra que se extendiera muchos kilómetros hacia el norte.

Cuando aquello terminó, el anciano maya del centro anunció que llovería antes del día

siguiente y que la sequía había pasado.

Para terminar la ceremonia, el anciano maya nos pidió que cantáramos al Sol

pronunciando su nombre, Kin. Todos, tanto los mayas espectrales como los integrantes

de nuestro grupo, entonamos varias veces el nombre del Sol. Con la última nota,

levantamos las manos al aire y abrimos los ojos mirando hacia el cielo para dar fin a

aquella poderosa ceremonia.

Cuando abrimos los ojos con la última nota del sagrado nombre maya del Sol, miramos

hacia el cielo y fuimos testigos de un signo deliberado y sagrado que indicaba que

habíamos realizado la ceremonia correctamente. Alrededor del Sol, en aquel día claro y

sin nubes, pudimos contemplar un arco iris circular, perfecto y brillante, tanto que cada

color resaltaba como si se tratara de luz eléctrica. En aquel momento supimos que lo que

acabábamos de hacer, y todo lo que estábamos haciendo durante aquel viaje, era

bendecido por el Gran Espíritu. Mi corazón se abrió tanto que creí que me derretiría en la

Tierra junto con los mayas, que estaban retornando a sus Mundos Interiores. Fue

precioso.

Me pregunto lo que debieron pensar los cientos de turistas con sus niños cuando nos

vieron abrazándonos, llorando y sonriendo de oreja a oreja mientras hablábamos entre

nosotros en cuatro o cinco idiomas diferentes. En aquel momento, sin embargo, yo no era

consciente de que hubiera más personas por allí.

La mayoría de nosotros corrimos hacia el mar y saltamos a las maravillosas aguas color

turquesa, que nos columpiaron como a los corchos de una red de pesca. Los que no habían

llevado el bañador se metieron vestidos, y todos chapoteamos, reímos y jugamos. ¡Era

fantástico! ¡La vida era estupenda!

Y todavía, en el cielo, el mágico arco iris seguía rodeando al brillante Sol. Duró muchísimo

tiempo.

Aparece otra calavera de cristal

Un rato después llegó el momento de volver al autobús..., o al menos eso era lo que

creíamos. Sin embargo, Dios consideraba que todavía no habíamos concluido aquel día.

Cuando cruzaba los terrenos del templo de Tulum, de camino hacia el aparcamiento, me

paró el mexicano que me había entregado la calavera blanca en Dzi-bilchaltún. Tenía en

las manos otra antigua calavera maya de cristal que me atraía como la llama a una

mariposa. Aquélla era verde como el jade y ligeramente transparente.

Cuando me conecté con el cristal, me presentó a un único hombre que vivía en su interior.

Este me volvió a demostrar cómo los antiguos mayas utilizaban aquellos cristales.

Un individuo era elegido para morir, afirmó. Entonces su espíritu entraba en el cristal y

residía en él hasta que el propósito de éste se cumplía. En el cristal blanco lechoso de

Dzibilchaltún, los residentes de la calavera habían sido una pareja, hombre y mujer, y una

abuela. Si en ésta había otra abuela, yo no la vi. Puede que estuviera allí pero que no se

dejara ver.

Parece ser que los propósitos de los cristales están siempre relacionados con guardar y

mantener los antiguos conocimientos y recuerdos mayas hasta el Final de los Tiempos...,

este momento que estamos viviendo ahora.

Yo no sabía lo que significaba que tantas calaveras de cristal penetraran en las energías

de nuestro pequeño grupo. Normalmente solía aparecer una, como lo hizo en

Dzibilchaltún, y una vez que había revelado lo que deseaba revelar, desaparecía de nuevo

en la selva. Entonces aparecía otra, interactuaba con nuestro grupo y volvía a

desaparecer para no ser vista nunca más. Esto sucedía de continuo, tal y como Hunbatz

Men, en su sabiduría maya, había predicho cuando estuvimos tomando el té juntos en

Mérida.

Aquella noche, poco después de llegar a nuestro bonito hotel, el cielo se abrió y la lluvia

comenzó a caer en auténtico diluvio, respondiendo al anuncio del anciano maya de que

«llovería antes de mañana». Miré hacia los cielos, cerré los ojos y di gracias a Dios por su

bendición y por aquel segundo reconocimiento hacia nuestras oraciones y nuestra

ceremonia. No pude evitar volver a sentir, como ya había hecho con anterioridad, que

aquél era el grupo «correcto» para lo que estábamos haciendo.

Debíamos llevar a cabo dos ceremonias concretas más antes de regresar a Uxmal y

Marida. Pero primero debían tener lugar dos procesos para que nos preparáramos a

nosotros mismos, y quizá al mundo, liberando nuestras energías negativas masculinas y

femeninas de los últimos miles de años. Aquellos dos «procesos» se parecían bastante a

una ceremonia, pero de hecho estaban más cerca de la terapia moderna. Cada miembro

del grupo había acudido a Yucatán con graves trastornos emocionales internos asociados

con sus energías sexuales. Esto le sucede prácticamente a todas las personas. Para

explicarlo de forma breve, cuando los chakras sexual, corazón y pineal —el situado en el

centro de la cabeza— están alineados, trabajan juntos como si fuesen uno solo. La falta

de alineamiento provoca trastornos emocionales, y estos trastornos emocionales

provocan la falta de alineamiento. Había que reequilibrar aquellos trastornos en nuestro

grupo antes de que pudiéramos llevar a cabo las dos últimas ceremonias, o seríamos

incapaces de terminar nuestro trabajo.

Para muchas personas, estos dos procesos, que debían tener lugar tras completar

nuestro trabajo en Kohunlich, el templo del tercer ojo, constituyeron las experiencias

más sentidas de todas las que vivimos a lo largo de nuestro viaje.

La energía se había acumulado de tal manera en Tulum que todos sabíamos que nuestro

viaje seguiría desarrollándose de una manera milagrosa que estaba fuera de nuestro

control. Sólo la Madre Tierra y los antiguos mayas sabían lo que iba a suceder o a dónde

conducía aquello.

Y eso es exactamente lo que los mayas actuales nos han estado diciendo a todos. En

palabras crípticas nos contaron, en agosto de 2003, que el 15 de diciembre de ese mismo

año íbamos a entrar en un nuevo mundo. Y que, mientras tanto, puede que estuviéramos

rodeados por el caos.

Yo sentí que nuestro viaje por tierras mayas estaba demostrando la naturaleza de este

cambio que vamos a experimentar todos nosotros. Pues lo cierto es que nuestro mundo es

un sueño, y que su naturaleza onírica se está haciendo cada vez más evidente. De hecho,

el Soñador está a punto de despertar y darse cuenta de que está soñando. Y lo que es aún

más importante, el propio Sueño de vivir en este planeta puede ser ahora cambiado. ¡Ésa

es la clave!

Después del 8 de noviembre de 2003, momento en el que se produjo un eclipse total de

Luna y una gran conjunción planetaria (el acontecimiento astrológico fue denominado

Concordancia Armónica), todos debemos ir lentamente dándonos cuenta de que el Sueño

es en realidad «sólo luz e intención». Eso es lo que yo creo, aunque sé que todavía va a

tardar un tiempo. El portal hacia la cuarta dimensión comenzará a abrirse de par en par

para aquellos que saben.

¿Qué es lo que esto significa? Significa que estamos fuera de tiempo. Debemos asumir la

responsabilidad de nuestros pensamientos, sentimientos y emociones. Cada uno de

nosotros es el Soñador. Y lo que soñemos se hará real en este mundo. Esto es lo que

creen los mayas: a medida que nos acercamos al 21 de diciembre de 2012 y al 19 de

febrero de 2013, el poder del Soñador se va haciendo cada vez más fuerte.

Los Mundos Interiores y el Mundo Exterior comenzarán ahora a fundirse en uno solo.

Esto lo creen no sólo los mayas, sino también muchos otros grupos y profetas indígenas. Y

para crear esta unidad, primero debemos quemar la escoria de la dualidad, la nega-tividad

con la que hemos vivido tanto tiempo.

De acuerdo con eso, la siguiente fase de nuestro viaje sagrado por tierras mayas parecía

ofrecernos un patrón para esta preparación que todos estamos experimentando ahora. En

los dos días que tardamos en ir de Tulum a Palenque, todos experimentamos una serie de

experiencias y ceremonias que parecían diseñadas para conducirnos a todos al siguiente

nivel de ser.

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